Monday, February 13, 2012

A modo de poética I

Es más fácil poner un ejemplo: Venecia, verano de 2011. Miles de turistas navegan en prosaicos vaporetti de los años setenta por el Gran Canal; contemplan entusiasmados los palacios del quattrocento, del cinquecento, del seicento... y muchos no distinguen los recreaciones finiseculares de los originales - están en su derecho -. Las ondas de la laguna hacen todavía más entrañable este parque temático de la nostalgia. Una luz verde anuncia la próxima parada. El sol cae sobre Venecia, a lo mejor es la misma luz que alguna vez pintó Turner. Más que la luz, me asombra la coincidencia. Estar en Venecia y saltar al Lido; jugar a ser viajeros del Grand Tour y comprar postales como quien compra un Guardi. Los siglos se graban en mi retina unos encima de otros a modo de palimpsesto. Creo que la belleza habla del claroscuro entre el cuarto de baño sin pretensiones y la ficción del lujo en los hoteles; de la necesidad de ver Venecia como la han visto antes nuestros ilustres antepasados, aunque sea desde la terraza de una franquicia de comida rápida; de la asunción del paso del tiempo. Sí, me parece a mí que la proporción de la belleza la dan los segunderos; que la emoción de la belleza equivale a parar de un golpe el reloj o a girar en sentido contrario sus agujas, con la esperanza de alcanzar la eternidad.

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